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Tal como razona McFall-Ngai, si hay bacterias capaces de sincronizar ritmos circadianos en algunos animales, es razonable pensar que se descubrirán más casos en el futuro. Es posible, por ejemplo, que nuestros microbios útiles del intestino humano puedan influir en los ritmos circadianos de los seres humanos mediante la señalización química.
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